12 Nov

Por Tomás Neri

12 de noviembre de 2024


Estas páginas constituyen la primera entrada del presente blog, recién creado. Y nada más justo, pues precisamente estos hechos terribles han supuesto en mi caso un especial impulso para crear el blog, idea que tenía de antes, pero que había ido posponiendo, más que nada por pereza. Esperemos que este camino que ahora empieza sirva para algo, pues ese es su objetivo básico, y que les sea útil a los que decidan participar en él. 

Las terribles riadas de Valencia (con sus descabellados antecedentes, criminales hechos y tremendas consecuencias), ocurridas a finales de octubre de 2024 en esa región que, por circunstancias de la vida, conozco bastante bien y aprecio en lo que vale, me llevan, como he dicho, a ponerme a escribir estas páginas.

En efecto, creo que esto ha representado un mazazo en las conciencias de muchos españoles, como desde luego en la mía. Pero me apresuro a decir que, lamentablemente, no creo que el efecto de ese aldabonazo vaya a ser duradero de forma general, pese a que por supuesto sí lo sea para todos aquellos que han perdido seres queridos (que en paz descansen) y haciendas como resultado de estos hechos.

Vaya por delante mi más sentido homenaje a todos esos voluntarios, ciudadanos anónimos del Pueblo (con mayúscula) español, que, cada uno en la medida de sus posibilidades, han ido espontáneamente a ayudar a unos compatriotas caídos en desgracia, abandonados del todo y por todos los poderes públicos, sin casi ninguna excepción. Hacia ellos me faltan palabras para transmitirles toda mi admiración, pues nos ayudan también a los demás a conservar aún alguna esperanza sobre nuestro triste y maltratado país.

Aún desgarrados por las terribles tragedias personales entre las que este drama se desarrolla, no deja de ser hermoso el esfuerzo desinteresado de tantos españoles que, renunciando a depender de los poderes públicos, y muchas veces incluso contra estos últimos, toman las riendas de la situación. Y, por cierto, esto de no esperar estúpidamente a que los políticos nos solucionen nuestra vida (cosa que, por supuesto, nunca hacen, porque lo que realmente les preocupa es la suya), y buscarse uno la vida con trabajo y esfuerzo personales, es precisamente un rasgo muy valenciano, del que todos deberíamos tomar ejemplo.

Sin embargo, no puedo evitar recordar que es muy difícil que este tipo de esfuerzos se mantengan demasiado en el tiempo, por pura y simple ley de vida, agravada por otros dos factores, que citaré a continuación.

En efecto, la razón de mi pesimismo en este asunto es doble: por una parte, la intrínseca desmemoria crónica de multitud de españoles, bien pastoreada por todos esos medios de comunicación indignos y repulsivos que, en beneficio de sus amos, se encargan de manipular, aturdir y engañar a tantos.

Por otra, porque ya se ocupará esa pareja de hecho que son el PSOE y el PP (el primero como parte activa de la relación, y el segundo en su función de parte pasiva) de frenar, reconducir y desactivar la gran indignación que los hechos de Valencia han despertado en tantísimos españoles.

Y cuando hablo del PP me refiero a todo ese partido en su conjunto, sin salvar a esa parte más inteligente y aceptable (sí, esa en la que, amable lector, usted, como yo, está pensando), cuyas palabras suenan mejor que otras, pero muchos de cuyos hechos llevan al final al mismo sitio que los del resto del partido, convirtiéndose así en un mal menor, pero no en un bien mayor.

Y hay algunas cosas (solo algunas, pero muy de agradecer) que no serían tan difíciles de llevar a cabo: solo habría que tener las ideas claras, tomar la decisión y llevarlas a la práctica. Porque, al final, obras son amores y no buenas razones, o, en otros términos, “por sus obras los conoceréis”.

En esta vida, muchas veces el juicio depende de con qué compares. Por eso, si la referencia para la comparación es la de aquellos que dicen que los hechos de Valencia demuestran que el Estado Autonómico ha funcionado, resulta imposible que salgas mal parado en la comparación. Porque, si algo ha quedado totalmente claro tras las riadas de Valencia es que el funcionamiento del Estado Autonómico ha sido un absoluto desastre. No sé si en el PP son tontos (en algunos casos lo dudo mucho) o, lo que es más probable, nos toman por tontos a los demás.

En cuanto al PSOE, ni que decir tiene que no queda nada mínimamente salvable en ese vergonzoso e indigno partido. En su comportamiento en este terrible asunto, el grado de desvergüenza y maldad ha superado todo lo imaginable, al menos hasta que, como tantas otras veces, en sus futuras actuaciones consigan profundizar aún más dentro de ese pozo repugnante en el que están todos ellos metidos. Porque yo creo que, aunque cueste comprenderlo, sí ha habido maldad consciente en su actuación en Valencia, al buscar ventajas políticas sobre el PP a costa de muertos y destrucción masiva de toda una región.

Y ya que hablamos de esto, ¿dónde están todos esos ecologistas de salón que, bien cómodos y alimentados a costa del Estado, con sus teorías frívolas y descabelladas, han propiciado esta tragedia? ¿Seguirán defendiendo que no hay que limpiar los cauces de arroyos y barrancos, en beneficio de la fauna y la flora, para así volver a una naturaleza soñada e impoluta, totalmente irreal? ¿A la de qué época, a la del siglo XVII, la Edad Media o la Prehistoria? ¿A la del Cretácico, a la del Jurásico o a la del Triásico? ¿Tal vez quieran volver al Pleistoceno o al Paleozoico? ¿Seguirán proponiendo y logrando la destrucción de presas y pantanos? Me temo que sí, porque en sus ensoñaciones y estupideces son inmunes incluso ante la existencia de muertos, y son solo capaces de destruir, pues no han construído nada en toda su vida. Desde luego, quiero creer que habrá excepciones, pero yo no les he visto en Valencia, recogiendo lodo con una pala.

Y conste que lo de Valencia desborda todo lo imaginable, pero no es único: incluso a principios de 2024 ya hubo muertos en otras Comunidades Autónomas (por ejemplo, que yo recuerde, en Toledo), derivados de inundaciones y arrastre de personas por las aguas de arroyos en los que se había prohibido la práctica tradicional de limpiar los cauces, que hace no mucho tiempo llevaban a cabo muchos particulares en su parte de esos arroyos y rieras, sin que los poderes públicos intervinieran ni tuvieran gastos por ello.

Mi grado de indignación llega al paroxismo con la visita de los Presidentes del Gobierno y la Comunidad Autónoma, junto con los Reyes, a Paiporta el 3 de noviembre de 2024, cinco días después de las peores riadas del 29 de octubre. Me explico:

Según he escuchado a algunos juristas (yo no lo soy), en términos penales hay muchas situaciones en las que hay que aplicar el concepto de proporcionalidad. Por ejemplo, si un matrimonio de edad avanzada está tranquilamente en su casa sin meterse con nadie y entran en ella un grupo de malhechores, de los que por definición no se puede conocer sus intenciones (pero no veo cómo se puede colegir que estas sean buenas), los ancianos en cuestión solo podrían defenderse con proporcionalidad, en función del tipo de armas que lleven los malhechores: es decir, con un palo si estos llevan palos o con un cuchillo si llevan cuchillos, pero en esos casos no podrían, por ejemplo, usar una escopeta para defenderse.

Matices, casuística y detalles aparte, este criterio, para cualquier persona con algo de sentido común, beneficia claramente al agresor, a cuyos derechos se da más importancia que a los de los dos ancianos que no se metían con nadie. Debo decir que a mí me resulta todo esto incomprensible totalmente, y ante un caso de ese tipo dudo mucho que yo estuviera dispuesto a seguir el criterio citado, pues creo me vería obligado a dar prioridad a la seguridad de mi pareja y mía, fuera cual fuere el criterio de sesudos y muy modernos juristas, pero que nunca se han visto ellos mismos en semejante situación.

Pero ya que, al parecer, este es un criterio firmemente implantado, tal vez convendría aplicarlo a otros casos: por ejemplo al de los y las (ya que en este caso, sin que sirva de precedente, la diferenciación del artículo me parece muy relevante y a destacar), por quienes debo reconocer siento una enorme simpatía, que golpearon el coche en el que huía como una rata el Presidente del Gobierno.

Porque la actuación y provocación que esas personas han sufrido en este asunto ha sido tal que la reacción de la gente no es ya que me haya parecido proporcional, sino más que leve y casi calmada en demasía.

Analicemos la situación: tenemos una gente que lleva cinco días soportando una situación límite, buscando muertos, habiéndolo perdido todo, con agua y comida más que limitadas y sin prácticamente ayuda externa (salvo la de los voluntarios, en su mayoría de la zona, aunque muchos hayan tenido que andar varios kilómetros para llegar allí); hasta entonces esta gente solo había tenido el apoyo de algunas fuerzas locales y no había visto llegar ninguna fuerza estatal, salvo en algún caso para impedir la llegada de voluntarios; pese a ello, con la carretera prácticamente cortada, con alguna circulación de camiones de ayuda, esa gente se pone a trabajar y, después de varias horas, observan que de pronto los camiones y los pocos apoyos que había se retiran, y aparece una caravana de unos cincuenta coches, con todas las luces centelleando, que traen a los dos Presidentes (del Gobierno y de la Comunidad Autónoma) y a los Reyes, con sus escoltas, fuerzas de seguridad, etc. Y ninguno de ellos viene a trabajar o a ayudar, salvo algunos a dar apoyo moral (quiero creer que fundamentalmente los Reyes) y otros a cubrir su responsabilidad, al rebufo y al amparo de estos últimos, y a hacerse la foto.

Si esto no es una provocación gravísima, que venga Dios y lo vea. Y en dicha provocación debo tristemente incluir a los Reyes: no creo que fuera el momento de hacer esta visita (cinco días después de las inundaciones y sin que hasta entonces hubiera llegado prácticamente ayuda pública externa a los municipios afectados); pero, sobre todo, la forma no se le ocurriría ni al que asó la manteca.

Demasiado comedidos estuvieron los valencianos.

Así que, si hablamos de proporcionalidad, el colmo de la vileza es intentar culpar a quienes estaban allí trabajando solos, en las peores condiciones posibles, e inventarse grupos de extrema derecha (supongo que, por ejemplo, esa señora que arremetió contra el coche del Presidente de Gobierno, dándole golpecitos con un paraguas, sería una nazi peligrosa) y movilizar para detenerlos a personal de élite de la Guardia Civil. Sí, esa a la que, como al ejército (¡vergüenza para sus mandos, con el JEMAD a la cabeza!), no se permitió operar para ayudar a las víctimas de la tragedia valenciana.

Cada palo que aguante su vela:

Los Reyes, Felipe VI y doña Leticia, no sé si por aceptar o promover la visita, pero en cualquier caso blanqueando de hecho la actuación tanto de la Comunidad Autónoma como del Gobierno.

El Presidente de la Comunidad Autónoma, Sr. Mazón, que desde el mismo 29 de octubre se convirtió (lo sepa o no) en un zombi político, incluso para su propio partido, abrumado por su incompetencia y responsabilidad, pero al menos aguantando mecha, aunque fuera a rebufo del Rey y amparado tras la figura de este.

Por último, hay que resaltar la actuación de cierto personaje, a quien no soy capaz ni de citar por su nombre, para evitar que las náuseas y la bilis me lleguen a la garganta: su comportamiento fue propio de una rata de cloaca, cobarde, vil y miserable, de las que huyen a la más mínima ocasión. ¡Qué asco! ¿Adivinan ustedes a quién me refiero?

Finalmente, quiero dejar constancia de dos frases antológicas, que tristemente merecen pasar a la posteridad:

La primera, supremo ejemplo de narcisismo y falsedad, con más de doscientos muertos encima de la mesa, con muchos de sus cuerpos todavía sin recuperar, y después de que en Paiporta no le hubieran tocado ni un pelo de la ropa, hay a quien lo único que se le ocurre decir varias veces es que “Yo estoy bien” (como si a alguien le importara).

Pero la segunda es todavía más impresionante: “SI NECESITAN ALGO, QUE LO PIDAN”. ¿Cómo se puede llegar a un grado de infamia así, cuando sabemos, además, que es mentira? Es casi imposible caer más bajo, aunque me temo que muy probablemente conseguirá superarlo en el futuro. Claro que, al fin y al cabo, se trata de un profesional de la infamia.

Para acabar con este tema, solo unos breves comentarios sobre la actuación del Rey:

Aparte del propio error de la visita, de lo poco que le oí hubo algunos comentarios suyos que no me gustaron nada: por un lado, sus referencias a intoxicaciones informativas (¿cuáles, Majestad?); por otro, respondiendo  a alguien que decía que este Gobierno debía irse, con referencias a que nuestro país es una democracia, a lo que alguien de la gente respondió, con buen criterio, que esto tiene ya poca pinta de democracia; y, finalmente, cuando alguien les recriminó a los Reyes que no deberían haber venido, porque su comitiva había hecho que llevaran dos horas parados sin trabajar y sin que pudieran entrar camiones, el Rey respondió, con muy poco acierto en mi opinión, que “si quieres no vengo y me quedo en Madrid”, a lo que la persona que hablaba con él preguntó por qué entonces se habían ido los que antes estaban allí trabajando y le recordó que había muertos, sin que me conste si el Rey dio a eso alguna respuesta o no. Con respeto, no es esto, Majestad.

Pese a todo lo anterior, nobleza obliga a decir que, en lo que a la forma se refiere, los Reyes aguantaron a pie firme de manera más que digna y supieron conectar finalmente con bastantes de las personas presentes, aportando empatía y apoyo, y contrastando vivamente con la bochornosa huida del Presidente de Gobierno.

En fin, ante toda esta situación, y pese a mi indignación infinita, yo ya no tengo ni edad ni presencia de ánimo suficiente para coger una furgoneta y una pala e irme para Valencia, a fin de estar junto con la parte más sana de la sociedad española. Pero esto sí me da un poco de impulso suplementario para seguir intentando aportar algo que nos ayude a librarnos de toda esta gentuza (porque no tienen otro nombre, y me quedo muy corto). Como primera medida, reclamemos que todos los responsables, por incompetencia, por falta de atención o por la razón que sea, se vayan a la calle YA.

Por lo demás, aparte de lo que pueda aportar a título personal, lo único que se me ocurre hacer es aquello que, mal o bien, puedo: escribir estas más que humildes páginas, aunque muy probablemente su repercusión vaya a ser muy escasa y un tanto inútil. Pero, por desgracia, no veo cómo hacer mucho más en la práctica. Por tanto, solo me queda reiterar mi admiración y respeto infinitos a toda esa buena gente que ha colaborado de forma desinteresada para intentar paliar la situación, así como mi apoyo, sentido pésame y mejores deseos para todos los afectados.

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