23 Nov

Por Tomás Neri

23 de noviembre de 2024


En puridad, esta debería haber sido la primera entrada del blog, pues nunca fue mi intención dedicarme específicamente a comentar la actualidad. Eso ya lo hace mucha gente, y unos pocos incluso bien. Pero en este caso me pudo, y no me arrepiento de ello, mi perentoria necesidad de manifestar mis supremas tristeza e indignación por todo lo ocurrido con las riadas de Valencia (y otras regiones) de finales de octubre de 2024, y sus enormes consecuencias humanas, agrícolas, industriales y comerciales.

Pero yendo en concreto al objeto de esta entrada, lo primero es resumir el principal objetivo del blog: se trataría básicamente de contribuir a difundir un cierto análisis, unas ideas y unas propuestas relativas a la situación española actual. Para ello se intentará combinar base teórica con sugerencias prácticas, aunque eso plantee dificultades considerables. Lo fundamental de la base teórica citada se expone en “¿Pero qué está pasando aquí?”, libro que publiqué hace unos meses a través de Amazon.

Como ilustración de lo anterior, tras muchas vueltas y revueltas, intenté expresar en la portada del blog su enfoque y objetivos, de forma precisa y breve, intentando evitar ser demasiado ampuloso, sin ambages ni alharacas.

En particular, “Iustitia et Libertas” es un lema que figuraba en banderas españolas de la época de los Austrias, bajo su escudo y junto con la Cruz de San Andrés; desconozco si fue usado con anterioridad. Me parece un ideal de gobierno difícil de mejorar. Desde luego, si uno lo piensa bien, es muy superior y más coherente que el de “Libertad, Igualdad y Fraternidad” de la Revolución Francesa, con toda su falsedad y contradicciones: a la vista de cómo fue la Revolución Francesa, lo de la fraternidad es casi un chiste macabro, y la contradicción entre libertad e igualdad más que notable. Pero los franceses siempre han sido muy buenos vendedores de sí mismos.

A este respecto, también los subtítulos del blog deben tomarse como una declaración de intenciones. Para aquellos amables lectores que puedan tener la paciencia o el interés de recibir una información detallada, explicaré ahora con más amplitud los objetivos citados, lo que tal vez permita además incidir en algunos aspectos de nuestro país que no suelen comentarse:

Este blog es la continuación o consecuencia lógica de “¿Pero qué está pasando aquí?” y enlaza directamente con su parte final. Sin embargo, cuando lo terminé no tenía intención alguna de escribir una continuación o segunda parte del mismo. Pero sí hubo quien percibió la lógica y la conveniencia de ir algo más allá y tratar de completar el planteamiento anterior. Es sobre todo a esas personas de mi familia a las que hay que deberles este y futuros textos míos (para bien o para mal), por su interés y apoyo continuados.

En cualquier caso, todo parte de esa creciente intranquilidad básica que hoy en día percibo en bastantes españoles, o al menos entre muchos de los que me rodean. En efecto, hay una sensación de que algo habría que hacer ante las agresiones que sufrimos diariamente desde el poder, que han alcanzado niveles inimaginables para lo que sentíamos hace muy pocos años. Así, la pregunta de en la práctica qué podemos hacer surge a menudo de forma recurrente en muchas conversaciones.

En mi opinión, es muy difícil canalizar este sentimiento: en primer lugar, por el adormecimiento que producen la inmensa mayoría de los medios de comunicación, bien apesebrados en el poder. Vergüenza para ellos.

En segundo, por la falta de liderazgo en y de los partidos políticos, que, en su gran mayoría, están a otras cosas (cargos, prebendas, dineros, ingeniería social, estupideces, peleítas, etc.); pero tampoco sería justo meter a todos en el mismo saco, pues es evidente que hay alguna excepción, porque en esto, como en botica, hay de todo. Aunque suelo preferir dedicarme a cuestiones más de principio o de fondo, y huir en lo posible de personalizar (salvo cuando es inevitable, como por desgracia ocurre a menudo), para que no se diga que no me mojo, en este caso la excepción a la que me refiero es VOX. Pero, en cualquier caso, definitivamente los partidos políticos, cualquier partido político, no son para todo el mundo.

En tercero, si uno encuentra algún área específica de actividad en la que concentrarse, varias organizaciones de lo que se ha dado en llamar la sociedad civil pueden ser una muy buena alternativa. Pero esta tampoco es una salida que pueda servirle a todos, ya sea por individualismo, falta de tiempo, edad u otras razones.

En resumen, como suele decirse, tenemos que buscarnos la vida nosotros mismos.

Desde esta perspectiva, hay dos razones principales por las que ahora entiendo que puede tener una cierta lógica el tratar de avanzar por el camino de mi anterior libro, aunque no fuera esa mi intención inicial:

La primera, y más importante, en cuanto al fondo, tiene que ver con los objetivos perseguidos al escribir “¿Pero qué está pasando aquí?” y sus limitaciones:

La intención principal del libro, ante la desastrosa situación de nuestra cultura occidental, en general, y española, en particular, consistía en establecer unas bases teóricas, aunque sustentadas en la realidad, que me permitieran entender mejor cómo se relacionan unas con otras (más que profundizar en cada una de ellas), para analizar así las razones de haber llegado hasta aquí y los peligros que esto implica.

Si bien entiendo que este objetivo se ha alcanzado en una proporción bastante razonable (al menos para lo que yo pretendía), lo cierto es que puede quedar una sensación de que el tema no se ha desarrollado todo lo posible, pues falta una mayor concreción de las medidas y acciones que convendría adoptar a la vista de esas bases teóricas.

Es decir, aunque “¿Pero qué está pasando aquí?” incluye diversos atisbos de actuación práctica en muchos de sus capítulos, desde luego es obviamente posible llegar un poco más lejos. Y eso es lo que me propongo hacer ahora, pese a sus evidentes dificultades y riesgos, que se deben sobre todo a tener que adentrarme más en el futuro que en el pasado.

La segunda razón, un tanto menor, que me permite pensar en una especie de continuación de “¿Pero qué está pasando aquí?” son las consecuencias que ha tenido el interesante (al menos para mí) proceso público y externo de haberlo escrito y, sobre todo, publicado. Y esto aunque haya sido por una vía, la de la autopublicación, que no goza del prestigio de la publicación tradicional, pero es en la práctica casi la única posible para aquellos con tendencias más individualistas o no integrados en grupos sociales y políticos definidos. Tal vez esto sea una ingenuidad, pero al menos Amazon ofrece una alternativa a los que estén en estas condiciones o no deseen pedir favores. En este aspecto, como dijo Marx (Groucho), “me gustan mis errores y no quiero renunciar a la deliciosa libertad de equivocarme”.

Debo reconocer, no obstante, que algunas reacciones de personas de mi entorno me han sorprendido, unas para bien (que valoro mucho) y otras para mal; estas últimas más por indiferencia que por rechazo, aunque de todo hay en la viña del Señor.

En todo caso, como aspecto positivo a apuntar en el haber de ese proceso, estaría el haberme hecho algunas reflexiones de carácter general sobre el mundo y el tipo de sociedad en la que vivimos actualmente, viniendo tanto a confirmar algunas ideas que ya tenía desde bastante antes, como a plantearme otras que no se me habían ocurrido hasta ahora.

En cambio, por lo que se refiere al debe, si al escribirlo podía caberme alguna duda sobre la repercusión que podría tener el libro, ahora está del todo claro lo que cabría esperar en la práctica con otro eventual libro, especialmente si no introduzco algún cambio en la forma de enfocar todo el proceso: todavía mayor frialdad (y ya es decir) que la que imaginé y tenía descontada desde antes de empezar a escribir.

Tal vez simplemente esto se deba a que, en el fondo, y con la excepción de aquellos que sufren catástrofes naturales o enfermedades, a menudo (no siempre) todos tenemos individual o colectivamente más o menos lo que nos merecemos. Pero, aunque así fuera, también existe esa tendencia a rebelarnos frente a lo que percibimos como injusto, o ese impulso que sencillamente nos lleva a seguir insistiendo para intentar hacer algo que valga la pena.

En todo caso, globalmente prevalecen con mucho los factores positivos sobre la indiferencia general. Por tanto, como resumen, todo lo anterior me lleva a intentar profundizar más en el desarrollo y aplicación práctica de lo expuesto en “¿Pero qué está pasando aquí?”, escribiendo algo que, al menos a algunos pocos y a mí mismo, nos pueda parecer no del todo inútil o absurdo. Ya veremos lo que esto da de sí.

Y ahora solo me queda hacer referencia al también importante problema de la forma de transmitir las reflexiones e ideas en cuestión, para que alcancen a más gente.

Porque todavía me queda una duda, que me gustaría aclarar si fuera posible: es un hecho que la existencia de mi anterior libro ni siquiera es conocida por muchos posibles lectores, sobre todo por lo difícil y costoso (en tiempo y/o dinero) de un adecuado proceso de comercialización; y si el libro hubiera tenido mayor difusión, tal vez lo que en él se expone no hubiera sido particularmente apreciado, pero, hoy por hoy, no tengo forma de saberlo con seguridad.

Desde luego, ya no funciona aquello de que el buen paño en el arca se vende (y eso suponiendo que el paño sea realmente bueno). Así que esto me plantea la cuestión de cómo conseguir acceder a esos lectores potenciales y ofrecerles una serie de ideas y propuestas, para que después tomen la decisión que mejor les convenga, pero tras tener al menos la posibilidad real de tomar esa decisión.

En todo caso, no voy a negar que yo soy alguien libresco, y los libros son una parte muy importante de mi vida. Todavía recuerdo y conservo un ex libris que unos amigos de Zaragoza me regalaron hace muchos años, y en el que figura la frase “Tempus fugit, liber permanet”, con la que sigo estando de acuerdo aún hoy. Por tanto, lo que pueda escribir siempre intentaré que se termine plasmando en un libro, antes o después.

Pero esto no es incompatible con utilizar otras posibles vías para que lo escrito llegue a más gente, según los usos y costumbres del mundo y la época en que vivimos. De este planteamiento deriva la creación del blog, que, en el fondo, puede también interpretarse como una forma actualizada de los viejos libros por entregas.

Junto con el blog, incluso pienso recurrir (¡oh, anatema!) a las redes sociales: pese a que no me sienta demasiado cómodo en ese mundo, creo que ha llegado el momento de usarlas, en aras de un objetivo mayor, y aunque sea fundamentalmente para dar más relieve a las ideas y los contenidos del blog. ¡Al menos en su día me cubrí con aquello de que nunca hay que decir de este agua no beberé!

En fin, ya veremos dónde lleva esto. En todo caso, por supuesto lo fundamental seguirá siendo el contenido de lo que vaya escribiendo, y en eso pienso concentrarme.

¿Y si todo ello no funciona? Pues tampoco se habrá perdido gran cosa: lo habré intentado, me iré a casa y en paz. O no. Otros vendrán que lo harán mejor que yo.

Para terminar como empecé, debo reconocer que tal vez todo lo anterior no hubiera sido suficiente para hacer que me pusiera de nuevo a escribir, si no hubiera sido por las riadas de Valencia, que han supuesto no solo un golpe suficiente para hacer estremecer las conciencias, sino también un empujón al sentimiento de que, aquí y ahora, contra todo y contra todos, algo hay que hacer, como han demostrado tantos y tantos españoles de bien convertidos en voluntarios.

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