Por Tomás Neri
1 de diciembre de 2024
Según lo indicado en el post anterior, se incluye a continuación el texto de un capítulo del libro “¿Pero qué está pasando aquí?”, con una toma de posición sobre el gravísimo problema de la inmigración ilegal.
Reitero que si se deseara más información sobre qué otros temas trata el libro, pueden consultarse su índice completo y otros detalles relevantes en la correspondiente página web de Amazon, o solicitar esos datos enviando un comentario por medio del blog.
“Inmigración ilegal
Tras la cuestión genérica de la perversión del lenguaje, voy a tratar el asunto de la inmigración en primer lugar por su importancia capital en este contexto, y también porque si hay un aspecto en el que se aprecia perfectamente el ataque combinado del islam y el social-comunismo global es este.
Primero, permítaseme un inciso terminológico: resulta curioso que se haya sustituido de forma tan generalizada la palabra “inmigración” por el término “migración”. Cuando hay un cambio así, aparte de achacarlo (con razón habitualmente) a la natural cursilería propia de nuestros políticos, periodistas y mucha gente de la calle, siempre hay que desconfiar, pues no suele ser casual:
Así, el término “migración” se ha aplicado hasta ahora principalmente a los movimientos, casi siempre estacionales y periódicos a corto y medio plazo, de aves, salmones, ballenas, ñus, caribúes y otros animales. Pero quiero destacar ese carácter periódico, porque esto es lo que los distingue de los movimientos de las poblaciones humanas. Lo habitual en estas últimas es que busquen instalarse, de forma definitiva o por un plazo largo, en una nueva zona geográfica, sin volver estacionalmente a su área de origen.
Para mayor claridad, esto aconsejaría establecer una diferencia, usando el término “inmigración” para los movimientos poblacionales humanos, como se ha hecho tradicionalmente.
Pero entonces, ¿por qué generalizar el término “migración” también para los humanos (aparte de la cursilería antes aludida)? Pueden llamarme desconfiado, pero, ¿no será que se intenta evitar alarmar a la población, sugiriendo de forma subliminal que los inmigrantes, sobre todo los ilegales, solo vienen de manera temporal (como las golondrinas, recordemos a Becquer), y al final volverán a sus países de origen? Por mi parte, seguiré usando la palabra “inmigración”, por las razones citadas y porque, una vez más, ni me gusta la cursilería, ni que intenten manipularme.
Tras este inciso, en primer lugar vaya por delante que no tengo la más mínima reticencia respecto de la inmigración legal. Otra cosa sería difícilmente entendible en un español, pues nuestro país ha sido tanto fuente (países iberoamericanos, Alemania, Suiza, etc.) como destino (por ejemplo, hoy en día) de inmigrantes, y en cantidades muy altas.
En estas condiciones, una oposición frontal a la inmigración en general sería absurda e incongruente. Además, son precisamente los inmigrantes legales unos de los principales perjudicados, en términos relativos, por la inmigración ilegal, tanto desde un punto de vista práctico como en cuanto a su imagen (a menudo pagan justos por pecadores). Entiendo que en España cualquier persona que entre de forma legal, respetando y asimilando nuestra cultura y forma de vida, y viniendo a trabajar, debería ser bienvenido.
Pero la inmigración ilegal, sobre todo si es masiva y descontrolada como la actual, es otra cosa totalmente distinta de la inmigración legal. Aparte del aspecto obvio, pero en absoluto baladí, de que aquella es contraria a las leyes (que contribuye a degradar, favoreciendo a los que buscan esa misma degradación también en otros campos), hay varias aristas adicionales:
Primero, no puede obviarse el tipo y características de la inmigración ilegal que padecemos. Aparte de masiva e incontrolada, está compuesta muy mayoritariamente por varones jóvenes (pese a la demagogia existente, el número de mujeres y niños es pequeño), sin especiales cualificaciones y procedentes de áreas de cultura islámica (norte de África, principalmente).
Por las razones que ya se han apuntado más arriba, vienen en su gran mayoría por las ventajas materiales que les ofrecemos (y que, por supuesto, no aplicamos a nuestros propios jóvenes), sin exigirles nada a cambio, ni siquiera un mínimo respeto o aprecio por nuestros países y nuestra cultura.
En otras palabras, ni vienen a integrarse, ni tienen la intención de respetar nuestra identidad, vienen a imponer la suya.
Y esto sin tener en cuenta a aquellos inmigrantes ilegales que vienen directamente a delinquir (y que, por descontado, no son todos). O los que tienen una base cultural que tradicionalmente no respeta a la mujer, en general, y muy especialmente a la mujer de cultura occidental, con su libertad, su forma de pensar y de vestir, sus hábitos sociales, etc.
Aunque a los social-comunistas no les guste reconocerlo, es innegable que en los últimos años ha aumentado mucho en los países europeos el número de delitos, en general, y sexuales (abusos, violaciones, etc.), en particular, y que este fenómeno tiene una clara correlación estadística con el aumento de la inmigración ilegal.
¿Y por qué les ofrecemos tan graciosamente esas ventajas materiales a quienes vienen, en su mayoría, con la intención implícita o explícita de destruir nuestro sistema de vida?
Aquí sería aplicable lo dicho antes sobre la pinza del social-comunismo global y el islam contra la cultura de raíz cristiana, con la ayuda inestimable de la pulsión suicida de la izquierda y de la estupidez, propia de aprendices de brujo, de la mayoría de los políticos.
Viene aquí al pelo, por lo del aprendiz de brujo y por ser muy ilustrativo del nivel de inteligencia y los complejos de algunos políticos, el caso de Cataluña:
Es bien sabido que desde hace décadas los gobiernos catalanes (de derechas y de izquierdas) han venido favoreciendo la inmigración procedente del Maghreb, con el objetivo de evitar la llegada de inmigrantes que hablen español.
Pues, ¡bravo, señoras y señores, pueden estar ustedes contentos, lo están consiguiendo, y que les aproveche! Hay quienes no serían todavía más tontos por mucho que se entrenaran.
Es difícil encontrar un ejemplo más ridículo que el catalán. Aunque en el pecado lleven la penitencia, no puedo dejar de pensar que también en este asunto, como en otros, a veces pagan justos por pecadores.
Hay al menos seis beneficiarios principales de la inmigración ilegal:
Además de lo anterior, es preciso subrayar siempre que la inmigración ilegal es una de las fuentes útiles para el intento de colonización islámica de Europa, España por supuesto incluida, pues según los islamistas nuestro país pertenece a Dar el Islam para siempre.
La otra fuente, tal vez todavía más importante a largo plazo, es la alta tasa de natalidad de la población musulmana, sobre todo comparada con la ínfima tasa de nuestras poblaciones autóctonas. Esta última, por razones matemáticas, no permite ni siquiera asegurar un mantenimiento de la población a medio plazo, y, en ausencia de medidas que la contrarresten, es una forma de suicidio acelerado de los países occidentales.
Probablemente sus efectos sociales, y no solo los económicos, sea una de las razones principales por las que la inmigración ilegal es una situación favorecida por los representantes del social-comunismo global, como también lo son otras varias medidas adicionales, todas ellas con efectos de carácter social (inestabilidad familiar inducida, aborto, eutanasia, presión social por medio de argumentos basados en el cambio climático, etc.).
Por último, al hablar de efectos sociales y económicos no podemos obviar los que se producen para algunos (no todos) países de origen de los inmigrantes ilegales.
Estos últimos podrían ser unos de los principales perdedores de todo el proceso, al despojarles de una parte importante (cualitativa o cuantitativamente hablando) de sus jóvenes.
Aunque no suela verse así, al admitir en nuestros países a esas cantidades de inmigrantes ilegales, la gran mayoría jóvenes, en realidad convendría analizar si les podemos estar robando a algunos de sus países de origen una parte considerable de su potencial de crecimiento. ¡Y nosotros tan contentos por lo humanitarios que somos! Es que nos engañan, sin siquiera pestañear, como a niños pequeños.
En el caso de la inmigración ilegal, la única solución es evitarla, con todas las medidas posibles. Y mejor hoy que mañana, pues entonces puede ser tarde, o al menos mucho más difícil de resolver (como puede verse por lo que está ocurriendo en otros países europeos, como Francia, Suecia, Alemania, Reino Unido, etc.). Deberíamos ser capaces de aprender en cabeza ajena. Ya se sabe, por aquello de que cuando las barbas del vecino veas pelar, es más que conveniente poner las propias a remojar.”