23 Dec

Por Tomás Neri

23 de diciembre de 2024


Como ya indiqué en anteriores entradas del blog, mi intención es que este último sea una especie de continuación de mi libro “¿Pero qué está pasando aquí?”.

Desde esta perspectiva, de forma muy resumida, la principal conclusión de este último es que lo que está ocurriendo en España (y de forma muy similar en otros muchos países occidentales) es principalmente una lucha entre tres identidades básicas: a saber, la tradicional española, la islámica y la que podríamos llamar social-comunista global o, en terminología de mi buen amigo Jesús Villalibre, “guouc” (de ahí las referencias a este término en mi anterior post).

Reafirmándome en lo anterior, intentaré no obstante a continuación ampliar y completar este análisis, poniendo en relación esas tres identidades básicas con grupos concretos de la población española actual.

De estas tres identidades, la más fácil de definir es, por supuesto, la islámica, que se articula en torno a una fe común, pese a las diferencias internas existentes entre los musulmanes (suníes, chiíes, etc.), que evidentemente son importantes, pero que no ponen en cuestión su identidad fundamental a estos efectos. Así, su adscripción a determinados grupos de la población es casi obvia y en este momento no me parece que necesite de mayores detalles. Esto le da a la identidad musulmana una coherencia superior a las otras dos.

En cuanto a la identidad tradicional española, entiendo que su raíz y fundamento es doble: por una parte, su rasgo esencial es el patriotismo ligado a la nación española (con el añadido de todo lo que aporta la hispanidad en su conjunto), que permite caracterizarla así de soberanista, identitaria u otros calificativos similares. Por otra parte, su segundo rasgo definitorio es la cultura tradicional católica.

Sin embargo, respecto de este segundo rasgo aparecen ya aquí algunas dificultades: la primera, que en muchas personas con esta identidad convive la cultura tradicional católica con la falta de fe religiosa; en todo caso, no aprecio que esto invalide en absoluto su pertenencia a dicha identidad, pues al final lo fundamental (como también veremos en otros casos) es lo que se defiende en la práctica, y no tanto lo que uno dice creeer o cómo se autopercibe.

Precisamente por esto último, una segunda dificultad residiría en que una parte importante de los que se consideran católicos, con la gran mayoría de la jerarquía de la Iglesia a la cabeza, más que en la identidad tradicional española, se inscriben en la práctica (sobre todo por las cosas que defienden) mucho más en la tercera identidad citada, la globalista o guouc, como veremos más abajo.

No obstante, para acabar con lo relativo a la identidad española tradicional, entiendo también que, en realidad, ambos aspectos (patriotismo hispano y cultura católica tradicional) son casi inseparables, sobre todo si se quiere defender de manera activa y eficaz esa identidad española. Esto da lugar a que sus integrantes conformen un grupo bastante homogéneo en lo sustancial, aunque por supuesto con matices en los que sería prolijo entrar aquí.

La más complicada de definir con precisión es la identidad que he llamado social-comunismo global o “guouc”, nombre tal vez demasiado largo, pero que no me parece fácil de acortar, porque sus orígenes, facetas y manifestaciones son múltiples: así, es evidente su relación de familia con movimientos socialistas, comunistas o, más precisamente, postmarxistas; pero no se deben olvidar sus lazos con el globalismo de raíz liberal y las élites financieras, tecnológicas e industriales de tipo global, carácter este último determinante si se quiere profundizar en su naturaleza básica.

Este carácter multifacético del mundo globalista guouc se manifiesta también claramente al intentar precisar qué grupos de la población española habría que incluir en él:

En primer lugar, cabría citar a las minorías ideologizadas de la militancia de los partidos llamados de “izquierdas” (PSOE, Sumar, Podemos, Bildu, etc.), que, por su propia naturaleza, solo representan un número relativamente pequeño de personas.

En segundo lugar, estarían los demás partidos secesionistas y sus votantes, aunque algunos de ellos partan de presupuestos ideológicos que, en teoría al menos, son ajenos al mundo guouc; pero en cambio no lo son al globalismo en general, pues no solo representan a élites globalistas financieras e industriales de sus respectivos territorios, sino que además comparten con el globalismo un objetivo fundamental, como es el debilitamiento y futura desaparición de España como nación. Además de esto, no puede obviarse que, en la práctica, vienen defendiendo las políticas implantadas por el actual Gobierno social-comunista y son, por tanto, corresponsables y cómplices de lo que ha venido ocurriendo en España desde 2018.

En tercer lugar, habría que citar a ese grupo grande de descerebrados que, aunque sea irreflexivamente, sienten una especie de superioridad moral solo por votar a partidos de “izquierda” o de su “nacioncilla” inventada y ridícula, porque su escasa capacidad intelectual solo les da para una idea: ¡Que no gobierne la derecha! Además, conviene también recordar que, para bastantes de ellos, su punto de vista tiene un fundamento lógico y basado en un interés egoísta, pues sus ingresos (directa o indirectamente procedentes del Estado) y modo de vida dependen de que se mantenga la actual situación política y económica. Porque, si esta cambiara, tal vez tendrían, incluso, que trabajar en serio.

En cuarto lugar, estarían los miembros y simpatizantes del PP, pues solo hay que mirar lo que ese partido defiende y comparte con el PSOE. Se les podrá llenar la boca de críticas aparentes al Gobierno actual, pero esto es solo fachada, pues el único cambio real que les interesa es un quítate tú para que me ponga yo. Por desgracia, esto ha quedado trágicamente demostrado con lo ocurrido a raíz de las riadas de Valencia. En un post anterior del blog, que puede consultarse cuando se desee, ya identifiqué como mínimo 34 áreas en las que su posición es sustancialmente la misma que la del PSOE, así que no perderé más tiempo insistiendo en ello.

En quinto lugar, ya he hecho antes referencia a la inclusión dentro de este tipo de identidad de gran parte de la jerarquía de la Iglesia Católica y, por disciplina, de muchos de los propios católicos. Esto ocurre, incluso, contra el dogma y el peso de los siglos, que no son fáciles de suprimir. Pero, al intentarlo, lo que sí están consiguiendo es reducir a la inoperancia lo que podría ser uno de los mayores apoyos para revertir la lamentable situación actual de la Iglesia y de nuestra sociedad. Y tal vez la pregunta más importante a este respecto sea: ¿En beneficio de quién?

En suma, estas tres identidades básicas compiten entre sí en las sociedades occidentales y, muy particularmente, europeas, sin perjuicio de que, en mi opinión, la confrontación fundamental en su día se dará entre la identidad  islámica y, en nuestro país, la española tradicional, pues la denominada social-comunista o guouc puede considerarse a largo plazo (por su obvia falta de viabilidad práctica) solo un paso intermedio hacia la islámica.

Pese a las precisiones que acabo de hacer, en lo fundamental todo esto se analiza con mucho más detalle en el libro mencionado y no es, por tanto, nada particularmente nuevo. Pero me reafirmo en que, desde un punto de vista ideológico e identitario, la lucha se plantea básicamente en estos términos.

No obstante, por un afán de completar un poco más el cuadro de la población española, y ya que hablamos de grupos dentro de ella, resulta interesante señalar que obviamente hay un número alto de españoles que no se encuadran de forma clara en ninguno de los grupos citados hasta ahora. Así, aprecio al menos otros dos grandes grupos (aunque no tengo forma de cifrar cómo de grandes):

En el primero de ellos estarían, por ejemplo, todos los que han sido capaces de superar la inacción oficial y, por propia iniciativa, han ido a ayudar, desde todas las zonas de España, de forma inesperada (al menos para mí) e impresionante, a los perjudicados por las riadas de Valencia y Albacete. Son aquellos a los que me referí como Pueblo, con mayúscula, en las entradas de este blog que dediqué a ese asunto.

Tengo la impresión de que es un grupo transversal (por eso no les asigno una identidad específica), que destaca por su capacidad de empatía con el que sufre y por una iniciativa privada capaz de organizarse por sí misma, con resultados impresionantes. Así, el contraste con la actitud de los organismos públicos no puede ser mayor. Por supuesto, no quiero decir que muchas de las personas que trabajen en esos organismos públicos no compartirían esas mismas capacidades o intenciones, pues quiero creer que es el propio sistema en el que están inmersos el que les impide actuar en una línea similar.

No tengo ni idea (ni en este momento me importa) de cuál es la adscripción ideológica de todos esos voluntarios que se desplazaron a los pueblos de Valencia. Pero sí debo decir que representan un fuente de esperanza para todos aquellos que querríamos ver una mejora en la situación de España. ¡Qué grandes cosas podrían hacerse sobre esta base, sobre todo con un liderazgo adecuado, pues no creo que solo baste con el Pueblo, especialmente en un mundo como el actual!

Sin embargo, hay otro grupo de españoles a los que, sin ningún placer, debo referirme. Por eso, al esquema inicial de tres identidades (antes resumido, y que, como he dicho, considero sigue siendo sustancialmente válido) hoy quiero añadir una cuarta identidad: aunque tiene poco trasfondo teórico y es aún más dificil de definir (excepto tal vez desde un punto de vista psicológico, que no es en absoluto mi campo), creo está muy extendida entre la población española, y tiene consecuencias letales para nuestro país. Esta cuarta identidad podría llamarse el Ombliguismo, y a ella me referiré a continuación:

A finales de los años 50 y principios de los 60 del siglo XX, durante un tiempo obtuvo bastante éxito de ventas un libro llamado “El Tercer Ojo”, de T. Lobsang Rampa (seudónimo del británico Cyril Henry Hoskin). Trata sobre un viejo concepto místico del hinduismo, como es la aparición o desarrollo de un tercer ojo espiritual, situado simbólicamente en la frente o el entrecejo. Este tercer ojo estaría supuestamente relacionado con el acceso a niveles superiores de consciencia e iluminación, que darían lugar a capacidades místicas y espirituales superiores para el individuo que consiga desarrollarlo y potenciarlo.

Pues bien, por mi parte creo que muchos de los españoles actuales, más que conseguir abrir un Tercer Ojo en medio de su frente, lo que realmente han conseguido es desarrollar ahí un Segundo Ombligo, en torno al cual gira en gran parte su actividad mental. Esta última consiste casi exclusivamente en mirarse ese segundo ombligo durante todo el día, calculando, por ejemplo, el porcentaje ideal de hidratos de carbono, proteínas y grasas que, según han aprendido por internet del gurú correspondiente, debería incluir su dieta. Ya se sabe, de internet al gimnasio (o al ejercicio físico que corresponda), y del gimnasio a internet.

Las características principales de los ombliguistas son una incapacidad para ver o juzgar las cosas más que desde una perspectiva individual, y un desinterés por todo aquello que parezca no afectarles en lo puramente personal (excepto, cara a la galería, a veces por un aprecio y defensa de los colectivos habituales, que no de las personas). Esto, junto con lo superficial de sus planteamientos y, paradójicamente, su gran soberbia intelectual, les lleva a la incapacidad de juzgar correctamente incluso sus propios intereses a medio y largo plazo (en caso de que los tengan).

Por supuesto, todo lo que tiene que ver con las ideas, la cultura, la política y cosas así les parece aburrido o inútil. Cualquier esfuerzo intelectual, por mínimo que sea, les cansa. Su mundo son los memes, los chascarrillos y los lugares comunes. Imagino que suponen que los sistemas productivos y las estructuras económicas aparecen por ciencia infusa y generación espontánea, así que, ¿para qué ocuparse o preocuparse? Y, en cualquier caso, ¿a quién le importa?

¿Cuál es, entonces, la principal función política de los ombliguistas? Pues su aparente posición nihilista (aunque no respecto de su propia satisfacción) no lo es tanto en la práctica, si tenemos en cuenta que en realidad son un colaborador imprescindible del social-comunismo globalista, en general, y del mantenimiento de Gobiernos apoyados por el PSOE, Sumar, los herederos de ETA y el resto de secesionistas, en particular.

Cuando nos sorprendemos de que no disminuya sustancialmente el apoyo popular a todo este conjunto de partidos, cuya grado de maldad, estupidez, robo y daño de todo tipo causado a España hubiera sido inimaginable hace muy pocos años, creo que los ombliguistas tienen gran parte de culpa. Pues, con todo el daño que causan los integrantes del mundo globalista y guouc, en mi opinión los ombliguistas están también entre los principales culpables: con ellos no es posible ni intentar argumentar, porque eso de la política “les aburre”. Y ni siquiera se les ocurre que con un planteamiento así ya están adoptando una posición política, tanto en un plano teórico como práctico. Por supuesto, tampoco se plantean lo que pueda ocurrir a largo plazo, pues, después de ellos, bienvenido sea el diluvio.

Confieso no tener una solución clara al problema que plantean los ombliguistas, y, desde luego, cualquier solución me temo que llevará mucho tiempo, pues la única vía de mejora que se me ocurre es la educación, y este es un proceso inevitablemente lento. Tratemos, en todo caso, de transmitir lo mejor posible nuestras ideas, y también de tener paciencia, aunque bien sabe Dios lo que cuesta.

En todo caso, cuando me planteo todo este asunto de las identidades en conflicto, el principal consejo que me siento en condiciones de dar es aquel viejo lema publicitario de “busque, compare, y si encuentra algo mejor, cómprelo” (se entiende que en lo ideológico, por supuesto).

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