14 Dec

Por Tomás Neri

23 de diciembre de 2024


Ante una realidad cultural y política que nos disgusta y agrede, cabe aproximarla desde distintos puntos de vista. Uno de ellos sería la fantasía, la ficción y la sátira, y este es precisamente el enfoque de mi amigo Jesús Villalibre Delfi en su libro “Cuentos de Vesania”, cuyo subtítulo es “Historias fantásticas y algunas pesadillas en un país imaginario (o no tanto)”, también publicado, como el mío, en Amazon.

Este libro de Jesús Villalibre incluye tres cuentos pseudoinfantiles sobre un país llamado Vesania, que se encuentra tan lejos de nuestro país que para llegar a él hay que dar un giro tan grande como de 360 grados, en cualquier dirección. De los tres cuentos, el primero se refiere al pasado, el segundo al presente y el tercero al futuro de Vesania.

Como muestra de dichos cuentos, y por una cuestión terminológica que explicaré en futuras entradas del blog, incluyo a continuación un extracto del segundo cuento, con el capítulo titulado “Los del lado siniestro del muro”. Como aclaración de este título, y para aportar algo de contexto, el capítulo se refiere a un episodio en el que el gobernante de Vesania, al que los vesanioles llaman El Trilero Sin Vergüenza, construye un muro para separarlos en diferentes grupos. Uno de estos serían los vesanioles que se sitúan en el lado siniestro (o izquierdo) del muro. Hay otros sentados en el centro del muro, y otros, en fin, que se colocan en su lado diestro. Todos ellos se describen en distintos capítulos del cuento.

Si se deseara más información sobre este libro de Jesús Villalibre, pueden consultarse su índice completo y otros detalles relevantes en la página web de Amazon, o solicitar estos datos por medio del blog, enviando el comentario correspondiente. 

Los del lado siniestro del muro


Por Jesús Villalibre Delfi


“¿Recordáis a los Torcidos y los Zurdos? Pues ahora os contaré qué pasó con ellos:

El Trilero Sin Vergüenza, su jefe, siguió mandando por un tiempo, aunque cada vez más viejo. Pero dicen los sabios de la época que también tenía una extraña enfermedad (las enfermedades abundaban entonces en Vesania):

Por un extremo, él se veía cada vez más alto, y creía que había crecido por lo menos un par de palmos, aunque muchos pensaban que era solo un espejismo.

Además, se reía siempre, aunque también muchos no sabían de qué; otros decían que era por lo mucho que disfrutaba con las maldades que cometía, o por lo bien que le iban, a su familia y a él mismo, sus negocios (los llamaba así, aunque otros les ponían otros nombres), o tal vez era simplemente una risa falsa.

Tan contento se le veía de sí mismo que cada vez usaba más su espejito mágico, y cada vez llenaba más su jardín de esas flores de las que nunca recuerdo el nombre (habrá que preguntar a los sabios).

Tanto era así que quería que le llamaran el Rey Visionario, porque dicen todas las crónicas de la época que quería convertirse en rey, y que por eso le parecía tan bien que el Rey Melón fuera haciéndose cada vez más transparente. Pero la gente normal le siguió llamando el Trilero Sin Vergüenza.

Pero no todo eran cosas buenas para el Trilero, porque, por el otro extremo, esa enfermedad tan rara que tenía estaba haciendo que sus pies y sus tobillos se fueran convirtiendo en una especie de barro bastante putrefacto, aunque de momento conseguía mantenerse en pie, pero nadie sabía hasta cuándo.

Por lo demás, seguía especializado en sus mentiras y sus maldades. Para él inventaron ese dicho de trilero malo, nunca muere.

Eso sí, seguía conservando el apoyo de todos esos que le debían favores, a los que llamaban los Palmeros, porque siempre le recibían con palmas (figuradas o de las otras) y por el afán que ponían en aplaudir.

En cuanto al resto de Zurdos, o Siniestros, ahí también hubo cambios:

Aparte del Trilero Sin Vergüenza y sus Palmeros, los demás que se consideraban sociales y listos, aunque no les gustara ser vesanioles ni obreros, simplemente desaparecieron: un día parecía que estaban, y al siguiente ya no.

Las crónicas de la época no dicen cómo, pero se debieron convertir en otra cosa, aunque no se sabe muy bien en qué. Sobre esto había varias teorías:

Algunos sabios decían que, ideas aparte, lo único que les interesaba era cobrar todos de los que mandaban, con el dinero que robaban a los demás vesanioles. Otros dijeron que querían pasar a llamarse el Grupo Caranchista, por el nombre del Trilero Sin Vergüenza.

Pero la mayoría de las crónicas coinciden en que cambiaron sus ideas por otras bastante extrañas, que se parecían mucho a las de unos primos suyos que veneraban a unos genocidas antiguos (aunque esto es tan inverosímil que solo se me ocurre que las crónicas estuvieran equivocadas).

Pero al parecer hay indicios de que fue así, y de que los que antes querían ser sociales y listos, ahora cada vez se parecían más a sus primos, pese a llamarse estos así, o a lo mejor por eso precisamente.

¿Os acordáis del Cursi Pestilente? Pues es un buen ejemplo de esto, cada vez más cercano a sus primos, más rico y más apestando a maduro o a podrido (tanto, que muchos ya no querían ni acercarse a él, pese a ser tan rico).

Desde luego, según las crónicas esos primos no eran muy espabilados precisamente, pues tenían serios problemas incluso con las operaciones aritméticas más simples, porque estaban siempre preguntándose, ¿sumar, podemos o no podemos?

Con preguntas así (que dan idea del tamaño y calidad de su cerebro), y como había tantos primos, no resulta extraño que tuvieran ideas tan absurdas y que se les ocurriera hacer tantas cosas tan raras y, casi siempre, incoherentes.

Una de esas ideas extrañas era que estaban todos convencidos de que el Francés seguía vivo, y por eso estaban empeñados en ganarle ahora una guerra que había acabado casi un siglo antes. Pero, al mismo tiempo, querían sacarle de su tumba.

También les gustaba destruir las cruces que encontraban, cuanto más grandes, mejor, porque les daba rabia la guerra que estaban convencidos de haber perdido (y que ahora querían ganar), aunque hubiera ocurrido mucho antes de que nacieran.

A muchos vesanioles todo esto les parecía muy lógico, así que apoyaban a los que hacían esas cosas.

En esa época, cuentan las crónicas que una de las profesiones de más éxito y mejor pagadas en Vesania fue la de psiquiatra. Nadie sabe muy bien por qué.

Muchos de entonces tampoco entendían nada de esto, aunque algunos sabios lo interpretaron como que los primos y similares lo hacían para distraer la atención de los vesanioles sobre los robos y maldades que cometían ahora, no de las que se habían cometido hacía casi cien años. Pero es que estos sabios eran unos descreídos.

Además, a muchos de los que apoyaban a los primos y similares tampoco nadie les había explicado bien la fábula del escorpión y la rana, y no es que tampoco fueran demasiado espabilados por sí solos.

Pero todos ellos estaban tan ufanos, y muy pagados de sí mismos, y cada vez más cercanos unos de otros.

En el fondo, al parecer eran como una nueva generación de Torcidos (sobre los que os hablé en mi anterior cuento), así que iban siempre con la cabeza del revés y mirando hacia atrás, por lo que no es raro que no pararan de tropezar.

Pero ellos estaban tan orgullosos, y aseguraban que tenían mucha superioridad moral. Pero esto se debía a un malentendido, porque es verdad que muchos sabios afirmaron que tenían mucha superioridad “morral”, no moral, y seguro que ellos no sabían lo que significa la palabra “morral”, ni se tomaron la molestia de enterarse.

A todos estos, a los de los problemas aritméticos y a los antiguos de los que decían ser sociales y listos, todos ellos muy morrales, les llamaban los Guouc, porque cuando se encontraban por la calle, en lugar de saludarse como las personas normales, soltaban una especie de ladrido, que sonaba algo así como “guouc”. Les gustaba y les parecía simpático hacer eso, porque decían que así se parecían más a los animales, y que eso era lo bueno.

Y es que, pobrecitos, además de sus problemas aritméticos, tenían también problemas en el habla. Cosas de las neuronas, o falta de ellas.

Ya que hablamos de neuronas, hubo científicos que dijeron que el problema de los Guouc era parecido, solo que a mucha mayor escala, al que, según una historia muy muy antigua, tenían tres viejas brujas, a las que llamaban las Grises. Y es que esas Grises solo tenían un diente y un ojo para las tres, y se turnaban para usarlos.

Según esos mismos sabios, que al parecer lo comprobaron de manera científica, a los Guouc les pasaba algo parecido con las neuronas: algunos no tenían ninguna, y tenían que compartir una sola para varios, cuando encontraban un Guouc que tuviera una.

Estos que tenían una estaban algo mejor que las Grises, porque al menos tenían una neurona cada uno; y, además, tenían dos ojos y su dentadura completa (se entiende que cada uno, porque de momento no se ha probado que también compartieran eso).

Pero esto de tener solo una o ninguna neurona es un problema, porque así es un poco difícil pensar, por lo que es necesario reunir a varios Guouc para, por ejemplo, cascar un huevo. Sin embargo, lo que los sabios todavía no han descubierto (pero lo siguen intentando, mediante un gran estudio científico) es cómo consiguen los Guouc conectar sus neuronas unos con otros.

Por este defectillo de las neuronas, a los Guouc se les ocurrieron las ideas más raras, e incluso algunas las pusieron en práctica:

Por ejemplo, unas cuantas mujeres Guouc, para ayudar a las otras mujeres, decidieron soltar a muchos violadores y pederastas que estaban en la cárcel. También les parecía bueno que las mujeres llegaran a su casa de madrugada, con poca ropa y, a ser posible, borrachas. Todo muy lógico y razonable, como puede verse.

Para seguir con esa misma lógica y razón en favor de las mujeres (y de los vesanioles en general), los Guouc querían traer a Vesania (que sabéis es un país pequeño en tamaño, pero grande en historia, aunque les moleste a algunos, y por eso lo digo) a toda la población de un sitio enorme que se llama Ifriquiya.

Aunque a lo mejor era por lo mucho que se respeta y lo bien que se trata a las mujeres en varios países de ese lugar.

También querían que cada vez hubiera más lobos. Claro, como los Guouc no tenían ni vacas, ni ovejas, ni cabras... Además, como os contaré después, sobre la carne lo que de verdad querían era cultivarla en sus jardines, si podía ser, para así salvar al planeta. Ni más, ni menos.

Otras cosas raras que los Guouc proponían era que no hubiera ya ni mujeres, ni hombres, y que cada uno fuera lo que más le gustara en cada momento. En cambio, al hablar siempre decían hombres y mujeres, niños y niñas, doctores y doctoras, electricistas y... (bueno, en este caso, no), políticos y políticas, Disputados y Disputadas, y así sucesivamente, porque decían que con eso se defendía la Demos Gracias.

No sé si conseguían esto último, pero lo que sí lograban era que cada vez que hablaban se hiciera todo larguísimo y fuera un coñazo (con perdón) ridículo.

Aunque insistían tanto en que no hubiera hombres ni mujeres, por otro lado, y al mismo tiempo, también querían que los hombres pudieran quedarse embarazados, para que todo el mundo tuviera los mismos derechos. Y así, querían que cuando un varón fuera a hacerse una radiografía, fuera obligatorio preguntarle si estaba embarazado, porque decían que así se defendían sus derechos y la Demos Gracias.

Por cierto, un inciso: me he dado cuenta de que, al escribir el cuento, muy a menudo escribo por error “derechas” en lugar de “derechos”. No sé por qué será; tal vez por lo bien que me cae el sexo, no tanto el género, femenino; pero a lo mejor hay alguna otra razón en mi subconsciente. En todo caso, procuraré corregirme. Cierro el inciso.

Y, digo yo: si cada uno podía ser lo que quisiera, ¿qué pasaba si un hombre quería ser simplemente un hombre, o una mujer quería ser simplemente una mujer? Pues dicen las crónicas que los Guouc pensaban que no podía ser, que era poco Demos Grático, y estaba muy mal visto.

Como puede verse, la Demos Gracias valía para todo.

En fin, que dicen las crónicas que cada vez se entendía menos nada, pese a lo cual había multitud de vesanioles (la mayoría mujeres, pero también muchos hombres) que pensaban así. Cosas de Vesania.

Y, ¿recordáis lo que os decía sobre los problemas de dieta y gastronomía? Pues en eso había un contraste:

Por un lado, al Trilero Sin Vergüenza y sus Palmeros (parece el nombre de un grupo flamenco, de un país llamado Flandes, se entiende), y también a un grupo grande de sus amigos, que dicen las crónicas dirigía un chino llamado Sin-Di-Cao, lo que más les gustaban eran las gambas, los centollos, los bogavantes, las langostas, las cigalas, las nécoras, los percebes y cosas así, siempre que pagaran con el dinero que le habían quitado a otros.

Esa era su dieta, aunque, comiendo tantos percebes, no es raro que tuvieran problemas gastronómicos y de otro tipo, tal vez porque nadie les había explicado tampoco que, al parecer (porque lo dicen los sabios), de lo que se come, se cría.

Por otro lado, los Guouc estaban en el polo opuesto: lo suyo era comer gusanos, cucarachas, grillos y cosas parecidas. A estos también les aplicaron los sabios de la época eso de que lo que se come, se cría, así que sacad vosotros vuestras propias conclusiones.

Para que veáis que todo esto de los problemas gastronómicos no me lo invento, os recuerdo que también dicen las crónicas que se les ocurrió algo tan lógico como que había que cultivar la carne (supongo que en los jardines, pero como esto era difícil, al final lo hicieron en fábricas) para salvar al planeta. A eso los Guouc lo llamaban acercarse a la naturaleza.

Y lo peor es que tan excelso pensamiento tuvo bastante éxito al principio, porque hubo gente que pensó que se podía ganar dinero con esto, aunque los Guouc seguían insistiendo en que se hacía para salvar al planeta (eso sí, contumaces sí eran), y despreciaban a los que querían ganar dinero con ello.

Pero eso fue al principio, porque las crónicas no dicen que tuvieran mucho éxito después, porque lo que puede que se demostrara finalmente es que ambos, unos y otros, todos los Guouc eran primos.

Pero lo que las crónicas sí dicen es que los Guouc denunciaban lo malo que es el hombre para el planeta, aunque por desgracia nunca quisieron adoptar una salida lógica y coherente con esta opinión, como hubiera sido suicidarse ellos los primeros.

Un inciso: cuando hablaban de estas cosas, nunca decían (como en todo lo demás) que la culpa era de hombres y mujeres, sino solo del hombre; nunca he entendido por qué. Fin del inciso.

Primero dijeron que, por culpa del hombre enseguida todos los bosques iban a desaparecer, pero como no pasó, tuvieron que inventarse otra cosa.

Entonces dijeron que había un agujero en el cielo y que por eso nos íbamos a morir a todos. Pero como al cabo de un tiempo nadie veía el agujero, tuvieron que cambiar de cantinela.

Dicen las crónicas que, después, ayudados por algunos que decían que eran sabios (no se sabe lo que eran, pero sí se sabe que vivían estupendamente), se inventaron que el planeta se estaba calentando tanto que nos íbamos a morir todos, ya fuera por el calor o ahogados por la subida de las aguas del mar, al derretirse los hielos.

Por supuesto, decían que esto era por culpa del hombre y de algunos animales que vivían con el hombre (de los demás, no), y que por eso era malo comer carne, salvo que se la cultivara, ya no sé si en los jardines o en las fábricas.

Esto lo justificaban diciendo que era por culpa del ce o dos. Casi nadie entendía muy bien por qué había que elegir entre la ce y el dos, pero les daba igual, incluso cuando algunos sabios (estos sí lo eran) explicaron que el ce o dos, fuera lo que fuera, era lo que comían las plantas, y que cualquier volcán de nada echaba mucho más ce o dos que todos los hombres juntos.

Los Guouc incluso predijeron cuándo pasaría todo esto, pero en eso cometieron un error, porque cuando llegó ese día y no pasó nada, pues quedaron muy mal.

Así que tuvieron que inventarse otra cosa, y empezaron a decir que la culpa de que el clima cambiara era del hombre y del ce o dos, y esto les dejó más tranquilos (solo un poco), porque, como era evidente que el clima sí cambiaba, nadie podía decirles que se equivocaban, aunque fuera evidente que el clima siempre había cambiado desde que el mundo es mundo, mucho antes de aparecer el hombre.

En fin, muchos sabios dijeron que, aunque los Guouc hablaban (o ladraban, vaya uno a saber) tanto del clima, a lo mejor lo hacían como excusa para poder hacer otras cosas que les interesaban más.

Por ejemplo, otra forma, un poco radical, de salvar al planeta que se les ocurrió era que desapareciera la gente.

Así, los Guouc (y también otros, como muchos de los Pepes que veremos después) proponían seguir matando a los niños antes de nacer, para que además algunos se hicieran ricos con ello. Y eso porque todavía no se les había ocurrido matarles después.

O sea, con gran coherencia decían que a los animales salvajes, desde las hormigas a los lobos (excepto los gusanos, cucarachas y grillos que les gustaba comer), ni tocarlos, pero a los niños, como además según los Guouc no eran ni humanos, porque no se habían desarrollado del todo, pues eso.

También, algunos sabios decían que ese era uno de los motivos por el que querían traer toda la gente que pudieran de ese sitio grande y lejano que llamaban Ifriquiya, para compensar la cantidad de niños que se mataban.

¿Véis ahora, queridos niños, lo sabios que eran los cuentos antiguos, véis como sí que existen en la realidad brujas y ogros que se quieren comer a los niños?

También otros muchos sabios opinaron que, además de compensar la cantidad de niños que ya no iban a dejar vivir, había más buenas razones por las que querían traer gente de Ifriquiya:

Una era que muchos se hacían ricos llevando a los ifriquiyanos a Vesania, porque les cobraban el billete de avión, de barco o de lo que fuera. Estos que se hacían ricos tenían nombres raros como los Amigos del Padrino, los Descendientes de Corleone (¡cualquiera sabe lo que esto significaba!) o los Organismos Nacidos del Gobierno, que solían llamar ONGs, por sus siglas. En el fondo, todos eran muy parecidos.

Otra razón era que, cuando trabajaban, los ifriquiyanos cobraban menos que los vesanioles, y así algunos de estos (solo los elegidos por el chino Sin-Di-Cao) podrían dedicarse a otras cosas, como por ejemplo a comer gambas y percebes sin trabajar; otros varios ganaban más dinero, y otros muchos las pasaban canutas para llegar a fin de mes.

Y así se les ocurrieron muchas más cosas raras, que, si las voy recordando, os iré contando. Pero algunos sabios dijeron que tal vez lo peor de los Guouc era que, en el fondo, no les gustaban los niños, y que podía ser porque ellos mismos eran una mezcla extraña de niños y viejos, con lo peor de ambas partes.

Pero, según las crónicas, de lo que no hay duda es de que, con gente así, no es raro que Vesania fuera en esa época un auténtico desastre.”

Comentarios
* No se publicará la dirección de correo electrónico en el sitio web.